Los del banco me han mandado hace unos días una carta comunicándome que estoy en unos alarmantes números rojos, pero yo les he tranquilizado diciéndoles que mañana me ingresan varias unidades de visibilidad y prestigio. No me han contestado aún, pero imagino que se habrán puesto muy contentos por la noticia. Ellos sí que entienden la importancia de este tipo de recompensa laboral, no como el carnicero de mi barrio, que se negó a despacharme el otro día unos filetes que le pedí si no le daba a cambio unos cuantos euros. Qué grosería y qué falta de sensibilidad. Cochino dinero.
Y eso que le dije que no era yo solo el que pensaba así, sino que reconocidos profesionales (con muchísima más visibilidad que yo, dónde va a parar) también lo defienden. Como la periodista Montserrat Domínguez, que ahora dirige la versión española del Huffington Post, un medio muy guay que se publica en Internet, y que paga a sus colaboradores en esa moneda tan pura, tan pura, que sólo los corazones más limpios, como el de Montserrat, son capaces de valorar.
Bien lo sabe Montserrat, porque también ella tenía mucha visibilidad y prestigio cuando trabajaba antes para la Cadena Ser y otros medios. También tiene mucha visibilidad y prestigio el Grupo Prisa, que es quien edita ese digital en España. Por eso sabían de lo que hablaban cuando en la presentación del Huffington, el año pasado por estas fechas, regalaron al mundo el anuncio de que sus colaboradores cobrarían en esta moneda de nuevo cuño, que sólo los espíritus más hoscos y mezquinos son incapaces de apreciar.
Pero vamos avanzando, aunque poquito a poco, porque cada vez somos más los que ya podemos ver el bonito traje del emperador, con sus bordados en oro, sus nobles telas y todas esas cosas. Por ejemplo, la semana pasada contacté con un chico muy majo que se encarga de una revista digital preciosa, de temas culturales y tal, y le mandé mi currículum, un documento lleno de manchas, porque está construido sobre trabajos que durante veinte años tuve la desvergüenza de cobrar en dinero, pese a que también me dieron alguna visibilidad, escasa, pero visibilidad, al fin y al cabo.
Lo hacemos porque nos gusta
Este chico me dijo muy educadamente que no pagaban por las colaboraciones, pero me animó a proponerle algún tema, porque mi perfil le pareció interesante y, sobre todo, porque “hacemos esto porque nos gusta, por el prestigio, los contactos, etc., aunque también aspiramos a ganar dinero en un futuro”. Y yo, que todavía no he logrado desprenderme de la podredumbre materialista que me ha ahogado durante toda mi vida, le dije que gracias, pero que no. Luego he sabido que ese chico es profesor de una escuela de negocios muy importante, así que me he consolado pensando que también él debe de tener sus momentos de debilidad.
Pero ahora estoy orgulloso, porque el otro día el editor de una revista que se publica en papel -¡sí, en papel!- contactó conmigo y me dijo que le interesaba un artículo mío en el que hablo de la explotación laboral que sufrí hace unos meses en un hipermercado. Le dije que ya lo había sacado unos días antes el blog de otro medio, al que yo se lo ofrecí desinteresadamente, porque lo hace un amigo mío y porque quería que el asunto tuviera algo de difusión.
Para mi sorpresa, el señor de esta revista me expresó su decepción, porque hubiera preferido que el artículo “fuera inédito”, aunque mantuvo su intención de publicarlo. La verdad es que me dio un vuelco el corazón, porque por unos minutos temí que esa respuesta, donde además no se me aclaraba nada sobre este concepto, implicara la posibilidad de una transacción monetaria, como se hacía antes. Qué vergüenza.
Afortunadamente, alguien me aclaró que no, que allí tampoco te daban dinero por tu trabajo, pero sí visibilidad y prestigio. Menos mal, porque, si no, me habría sentido fatal publicando con ellos una historia de explotación laboral a cambio de unos eurillos. Lamenté, eso sí, que mi visibilidad a través de esta revista no pudiera ser, como a ellos les hubiera gustado, inédita.
Es que además no te creas que esta gente -emprendedores que ponen en marcha medios de comunicación para defender los derechos sociales y denunciar en ellos la destrucción del estado del bienestar y esas cosas- gana con ese esfuerzo nada que no sea visibilidad y prestigio: estos muchachos hacen un gran trabajo para concienciar a la sociedad contra la corrupción, la explotación laboral y demás horrores que nos van acechando.
Volcado en ayudar
Por eso decidí ayudar todavía más, y como últimamente muevo cada vez menos el coche, la pasada semana empecé a utilizarlo llevando a la gente de un sitio a otro de la ciudad. Lo agradecían mucho, se cansaban menos y me daban conversación. No les cobraba nada, claro, porque a mí me gusta conducir y conocer gente nueva. Sólo les pedía que le hablasen bien de mí a sus amigos y vecinos, por si alguno necesitaba mis servicios. En la gasolinera les iba a decir que, a cambio de llenar el depósito de mi coche de vez en cuando, contaría a todo el mundo maravillas de lo limpio que lo tienen todo y lo simpáticos que son.
Pero surgió un problema. Mi vecino, el taxista, que es un hombre muy chapado a la antigua, se enteró de mi nueva actividad. Le dije que mi visibilidad no tenía por qué perjudicar a su viciosa labor remunerada. Pero no lo entendió. Me ha denunciado, y “para que así sea más visible todavía”, dice, ha colocado carteles insultándome en el portal de mi casa. Me da mucha pena por él, la verdad, porque sigue sin comprender nada.
Etiquetas: explotación, huffington, laboral, trabajo, visibilidad
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